URUAPAN 20/04/25
Las Aguadoras y leyenda de La Rodilla del Diablo
Ritual que recuerda el día
que se secó el río.
RED 113 MICHOACÁN/Redacción
Uruapan, Mich.- 20 de abril de 2025.- Todo era un paraíso en Uruapan. Pero un día, un muy
amargo día, voló por toda la comarca la noticia de que el río Cupatitzio se
había secado. Los manantiales habían desaparecido. Envidioso el diablo de las
alabanzas que se le tributaron a Dios por las bellezas del río, resolvió
agotarlo y él en persona se metió en los manantiales para acabarlos.
Los pajaritos se morían
de sed; las flores se habían marchitado; el exuberante follaje, antes verde y
lleno de lozanía, presentaba ahora el aspecto de algo calcinado. Las jovencitas
que iban por agua se volvían con los cántaros vacíos y con los ojos llenos de
lágrimas. Ya todos pensaban huir y dejar desierta la población.
Pero Fray Juan velaba por
su pueblo. Desde que supo la terrible noticia multiplicó sus ayunos, aumentó
sus disciplinas, prolongó sus rezos. Una tarde congregó al atribulado pueblo de
Uruapan. Los exhortó a tener fe ciega en Dios, dador de todo bien, y los invitó
para que al día siguiente llevasen en gran procesión al lugar donde estaba el
río, la imagen de la Virgen Inmaculada.
Toda la ciudad conmovida,
se presentó para asistir a la procesión. Abrían éstas los ciriales y la cruz
alta; seguían los niños que, sin darse cuenta exacta de los acontecimientos,
guiaban sus pasos inocentes hacia el exhausto río. Las mujeres llorosas, enlutadas,
entonaban cantos para implorar la misericordia divina. Seguía la imagen de la
Virgen, llevada en hombros por las más guapas muchachas uruapenses. Iba en
seguida Fray Juan de San Miguel, pálido, con la capa pluvial morada y con el
ritual en las manos.
Al llegar a los
manantiales, Fray Juan empezó el exorcismo.
Y cuentan las más viejas
tradiciones que, cuando el santo religioso hizo el rezo, al caer el agua
bendita entre las sedientas piedras, se escuchó una detonación espantosa unida
a temblores de tierra y a olores nauseabundos de azufre, y que un monstruo
horrible escapó de los veneros. Al pasar frente a la Virgen dobló la rodilla y
dejó la huella en la roca dura. Hoy día existe esa huella a un lado del
manantial y se le conoce con el nombre de “La Rodilla del Diablo”.
Los niños corrían
espantados, las mujeres gritaban horrorizadas, todos se sentían presas de un
pavor indescriptible por unos instantes.
Cuando pasó aquella
horripilante pesadilla, el pueblo, lleno de júbilo, vio con sus propios ojos
que nuevamente los manantiales dejaban escurrir el agua transparente; las
doncellas, con la sonrisa en los labios, llenaban los cántaros de agua y se los
ponían sobre la cabeza, llevándolos en forma tan gentil y garbosa como hoy día
lo hacen.
El cauce seco se llenaba
de líquido. El Cupatitzio había resucitado por la Gracia del Señor, pues ahora
seguía cantando su eterna canción. Desde entonces el Cupatitzio sigue siendo,
según su nombre lo indica, río que canta
El Cupatitzio limpio y
puro, prosigue su camino bajo un palio bordado de verde, recibiendo la ofrenda
de mil flores. Así, en un recorrido triunfal hasta que llega a La Tzaráracua,
en donde, en un solo canto, sintetiza todos los que ha entonado. Concierto
majestuoso, sinfonía de mil notas nunca oídas, y arco iris de colores
insospechados.
(José Zavala Paz. Bocetos
de Michoacán. 1953. Extracto de Sergio Ramos Chávez, cronista de Uruapan).
Ahora, este ritual
perdura. Doncellas llevan su cántaro adornado con flores y dulces, lo llenan de
agua en la Rodilla del Diablo, caminan y bailan desde el Parque Nacional hasta
el centro, acuden a misa y luego llevan el agua a sus barrios en donde la
distribuyen, como una forma de preservar el río Cupatitzio.