Las cooperativas y el trabajo decente
Alejandro Martínez Castañeda
El movimiento cooperativo surgió históricamente como una respuesta a las desigualdades económicas y sociales, ofreciendo un modelo alternativo de organización que prioriza la colaboración, la democracia y la distribución equitativa de los beneficios, así como la promoción del trabajo decente, en el marco de un mundo laboral donde alrededor 2 mil millones de personas trabajan sin contrato y sin derechos, por tanto, sin protección social.
Sin duda, el trabajo decente se ha convertido en un pilar fundamental para el desarrollo sostenible. El trabajo decente, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se define como aquel que garantiza condiciones laborales justas, salarios adecuados, seguridad social, igualdad de oportunidades y trato, y que promueve la participación y el diálogo social. Este concepto no solo se refiere a la generación de empleo, sino también a la calidad del mismo, asegurando que los trabajadores puedan desarrollarse plenamente en un entorno seguro y equitativo. No obstante, en muchas partes del mundo, el acceso al trabajo decente sigue siendo un desafío, especialmente en contextos de informalidad, explotación y desigualdad.
Las cooperativas representan una herramienta poderosa para promover empleos dignos, inclusivos y sostenibles. Estas empresas sociales, basadas en principios de autogestión, propiedad colectiva y participación democrática, ofrecen un marco propicio para la promoción del trabajo decente. A diferencia de las empresas tradicionales, donde el beneficio económico suele ser el principal objetivo, las cooperativas priorizan el bienestar de sus miembros y la comunidad. Esto se traduce en prácticas laborales más justas y equitativas, que incluyen participación y democracia interna: En una cooperativa, los trabajadores son también dueños, lo que les permite tomar decisiones de manera colectiva y participar activamente en la gestión de la organización. Este modelo fomenta la inclusión y el empoderamiento, asegurando que las voces de todos los miembros sean escuchadas.
También, las cooperativas operan bajo el principio de que los beneficios deben distribuirse de manera justa entre sus miembros, en lugar de concentrarse en manos de unos pocos. Esto contribuye a reducir las desigualdades económicas y a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Al priorizar el bienestar de sus miembros, las cooperativas suelen ofrecer salarios justos, horarios flexibles, seguridad social y entornos de trabajo seguros. Además, al ser organizaciones arraigadas en sus comunidades, tienden a ser más sensibles a las necesidades locales.
Las cooperativas no solo buscan el beneficio económico, sino también el desarrollo sostenible de sus comunidades. Esto incluye prácticas respetuosas con el medio ambiente y un compromiso con la justicia social, lo que las convierte en actores clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.
Desde luego, las cooperativas enfrentan retos importantes para lograr sus objetivos, no solamente en lo que se refiere al trabajo decente: La falta de acceso a financiamiento, la competencia con empresas tradicionales y la necesidad de capacitación en gestión cooperativa son algunos de los obstáculos que pueden limitar su crecimiento y eficacia. Además, en algunos contextos, el marco legal y regulatorio no está adaptado para apoyar plenamente el desarrollo de estas organizaciones, como sucede actualmente en México.
Finalmente, sobre este complejo e importante tema, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) destaca: “El futuro del trabajo no está escrito, debemos escribirlo entre todos los actores con un enfoque que incluya la justicia social”.